miércoles, 12 de enero de 2011

Contra el racismo y toda autoridad

La lucha por la igualdad social entre personas de distinto aspecto físico en base a su color de piel, se plantea actualmente desde distintas ópticas
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La lucha por la igualdad social entre personas de distinto aspecto
físico en base a su color de piel o por distintos comportamientos
culturales se plantea actualmente desde distintas ópticas. Desde el
ciudadanismo, que entiende que, como ciudadanes iguales ante la ley
que debemos ser, el racismo debe ser perseguido por ésta, hasta
posturas más radicales, es decir, que buscan destruir la raíz del
problema y no, no tenemos ningún miedo en reivindicarnos como parte de
esta última.

El racismo, a día de hoy, surge como consecuencia del conflicto social
que comienza a extenderse en la Edad Moderna con la aparición en la
historia de un primer capitalismo de carácter mercantil y financiero,
pero que no da lugar al actual racismo hasta que no llegamos a su
nueva etapa histórica, el capitalismo global e imperialista. El
racismo es el sentimiento de superioridad frente a aquelles que, por
sus caracteres genéticos externos, son considerades distintes; pero
existe otro sentimiento, menos terrible pero igualmente despreciable,
que es la xenofobia, es decir, el miedo, el rechazo hacia aquelles que
han desarrollado formas culturales distintas de las nuestras y que,
por motivos generalmente económicos, de pobreza, se ven forzades a
migrar hacia países de aparente mayor “riqueza social” (es decir,
donde les riques son más riques que en otros países).

La xenofobia que vemos hoy día en nuestra sociedad es fruto de un
sistema competitivo, como es el capitalismo, que nos empuja a les
trabajadores a competir por los puestos de trabajo que cada vez
destruyen más les empresaries, propietaries de los medios de
producción y distribución, les mismes que aprovechan la situación de
desesperación de estas personas migrantes para una más fácil
explotación laboral.

Vemos, pues, que la xenofobia es un sentimiento fácilmente
aprovechable por esta clase empresarial, auténtica culpable de
nuestros problemas como clase trabajadora, para enfrentarnos entre
nosotres y no con nuestres verdaderes enemigues y tampoco tenemos
miedo a hablar de confrontación mientras una parte minoritaria de la
sociedad pero que, por el contrario, acumula la mayor parte de la
riqueza, siga aprovechándose de nosotres.

En este mismo sentido, vemos a los distintos gobiernos, órganos
ejecutivos del Estado, incentivando a esta clase empresarial que ya no
necesita ocultarnos que nos gobierna (FMI, BM, BCE… son órganos que
nos dictan las políticas económicas). Vemos, pues, que el Estado,
órgano para la perpetuación de los privilegios sociales de les
empresaries, elabora políticas que alientan el racismo y la xenofobia
para aumentar la conflictividad interna de nuestra clase.

Vemos también que en esta sociedad legalista, cuando existe un
problema, se cree que lo mejor es resolverlo con la ley, con la
represión, así es como se justifica que miles de trabajadores, todos
los días, sean controlades por los miembros de una de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado, la Policía Nacional, por el mero
hecho de tener un color distinto de piel o un acento extraño,
contrario a lo que dicen sus propias leyes de no discriminación por
motivos de raza o procedencia, así es como se justifica que cientes de
inmigrantes sean encarcelades en los Centros de Internamiento de
Extranjeres, auténticas cárceles para quienes su mayor delito es no
haber nacido en la Europa de la libertad… de mercado.

Ante todas estas agresiones, entendemos que nos queda nuestra
organización como clase, organización indiscriminada de natives o
migrantes, con la única motivación de eliminar la desigualdad social,
generada por la injusta distribución de la riqueza, la propiedad de
los medios de producción y distribución, así como para luchar contra
el principio de autoridad que deriva en el delegacionismo imperante en
nuestra sociedad, al dejar siempre la resolución de nuestros problemas
en manos ajenas, como ocurre con el caso de la xenofobia y el racismo,
al dejar su resolución en manos de los mismos gobiernos que
posteriormente se demuestran como nuestros agresores. Proponemos,
pues, nuestra autoorganización sin líderes, sin vanguardias, una
organización anárquica que deje las decisiones a tomar en manos de las
bases y no de órganos intermedios o superiores que nos digan lo que
hacer, pues nadie debe ser quién para imponernos la justicia o la
injusticia social, sobre todo sabiendo que el poder genera vicios
entre quienes lo detentan, terminando por cometer esas injusticias
sociales que se proponía combatir (y eso cuando, de forma sincera, se
ha propuesto combatirlas), es decir, apostamos por el Federalismo
anarquista y la Acción Directa, la acción sin intermediaries entre
nosotres y les causantes de nuestros problemas. Vemos también la
incoherencia de, en cualquier lucha, recibir con las manos abiertas
las migajas de aquél a quién pretendemos destruir: el Estado. Por
contra, creemos en nuestra autofinanciación y la autogestión de
nuestras organizaciones, para mantener la autonomía de nuestras
decisiones, al no depender de órganos externos.

Entendemos que la lucha por otras vías en ésta o cualquier otra
problemática social, es reproducir los mismos errores y no
resolverlos, dejarlos ahí en estado latente, ya que la única forma de
destruirlos es destruir el sistema económico y social que los genera:
el Capitalismo y el Estado, a través de una auténtica Revolución
Social y no solo político-económica o tristes y paulatinas reformas.

¡Contra el racismo, el capitalismo que lo genera

Y el Estado que lo ampara y ejerce!


Extraído de: http://grupobanderanegra.blogspot.com/

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